Obsolescencia programada

Actualmente vivimos en un país que depende massivamente de la economía. A consecuencia se desarrolla la obsolescencia programada, una estrategia de negocio, en el cual un producto que se consume en gran cantidad se disminuye su duración para incrementar la demanda en menos tiempo. Por otro lado, un artículo que no se desgasta es una tragedia para los negocios. Esta es la filosofía empresarial que propone la obsolescencia absoluta, que no permite que las baterias de nuestros Ipods duren más de 18 meses en condiciones, las impresoras se bloqueen al llegar a un número determinado de impresiones, bombillas que se funden a las mil horas cuando deberían durar muchísimo más…

Las raices de la obsolescencia programada da sus inicios con las bombillas sobre 1924. En esta época Phoebus, quien controla la industria de las bombillas decide sostener la economia, bajando la vida útil de 2.500 horas a tan solo 1.000 horas, multando severamente a los trabajadores que no cumpla la normativa. La mayor duración de la bombilla es de 118 años encendida y se encuentra en el parque de bomberos de Livermore, California.

La obsolescencia programada también tiene aspectos negativos, los cuales afectan a las condiciones medio ambientales y sociales de países subdesarrollados, que reciben segun Europa y Ásia, productos de «segunda mano», los cuales no funcionan. La sociedad ghanesa, forzada a adaptarse a estas duras condiciones, nos muestra que puede surgir una economía del desperdicio mediante la recuperación, la reparación y la reutilización de los residuos; podríamos llamarla una ‘economía residual’.

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